Segovia
1574

    En diciembre de 1985, la UNESCO incluyó en su listado de Ciudades Patrimonio a la “antigua ciudad de Segovia y su acueducto romano”.

    Segovia es así porque desde ella Alfonso X estudiaba el firmamento. Porque Quevedo se inspiró en sus espacios –y aún en sus gentes- para escribir el Buscón don Pablos. También porque en esta ciudad, fue proclamada Reina de Castilla Isabel I, la Católica, con lo que este hecho supuso para la Historia. Y porque aquí se imprimió un libro por primera vez en España.

    A Segovia la han hecho los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Jesús; y los valientes guerreros Juan Bravo, el Comunero, o Día Sanz y Fernán García, conquistadores de Madrid a los moros. Pero también a Segovia la han dado forma y sentido la palabra de María Zambrano; los paseos, tertulias y clases de Antonio Machado; Gómez de la Serna desvelando “El secreto del Acueducto” y Louis Proust investigando en el Real Laboratorio de Química a la sombra del Alcázar.

    También Segovia tuvo una populosa aljama hebrea, con personalidades tan destacadas como Abraham Senneor, juez mayor de las juderías de Castilla, y que en la morería, el alfaquí Iça de Gebir escribía su importantísima obra Kitab segoviano o Breviario sunní mientras el Prior del cercano Monasterio de Santa Cruz, Tomás de Torquemada, daba vueltas a sus ideas urdiendo una buena limpieza del entorno religioso.

     Texto: Rafael Cantalejo San Frutos

    Lugares Teresianos

    La de Segovia fue la novena fundación de la Santa y tuvo un azaroso comienzo.

    Desde Salamanca, donde recibió la licencia, llegó a nuestra ciudad al anochecer del 18 de marzo de 1574, junto con cinco religiosas, dos de ellas segovianas, el caballero Antonio Gaitán, Julián de Ávila, clérigo, y fray Juan de la Cruz, confesor en la Encarnación de Ávila.

    Antes de amanecer, ya estaban instaladas en el -hoy- nº 5 de la calle Marqués del Arco, pero el Canónigo Provisor interrumpió airadamente la misa que oficiaba fray Juan de la Cruz y a punto estuvo de dar al traste con la empresa.

    Al llegar las religiosas procedentes de Pastrana faltó sitio y debieron comprar otras casas en la misma calle, donde hoy continúan. Allí, en el Convento de San José de las Carmelitas Descalzas, comenzaría a escribir “Las Moradas”.

    La Santa partió hacia Ávila a primeros de octubre, pero su recuerdo permanece en Segovia, vivo y pujante, hasta la actualidad.

     

    Texto: Alberto Herreras Díez

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